El Burro de las Matemáticas
Las enseñanzas que me dejó ser "el burro de las matemáticas" en el colegio y cómo eso me inspiró a crear mi propio emprendimiento.
En primaria, siempre fui el mejor alumno en matemáticas, y tenía una gran afición por los números.
En secundaria, conocí a una persona que me enseñó a tener pasión por los números: un profesor con vocación de servicio y con un gran amor por las matemáticas.
La gran lección que aprendí fue que cualquier problema se puede solucionar, siempre y cuando sepas plantearlo.
Logré destacar en mi colegio por mis calificaciones en matemáticas; no había problema que no pudiera resolver gracias a la confianza que me daba mi profesor. Sentía que lo mío eran los números.
Hasta que un día, me cambiaron de profesor. Este nuevo profesor tenía métodos más prácticos, centrados en aprender de memoria las fórmulas matemáticas. No podía aprender de memoria las fórmulas para resolver las ecuaciones de segundo grado.
Comencé a tener malas calificaciones, pero lo que más me dolía, era que decían que mi antiguo profesor me favorecía en las calificaciones.
De la noche a la mañana, fui el "BURRO DE LAS MATEMÁTICAS". Qué horrible se siente saber que no eres capaz de hacer algo que a todos les funciona. La mayoría de mi salón aumentó su rendimiento con ese método de enseñanza.
No sabía cómo afrontar esa situación con 13 años. No había condiciones para tener un profesor particular de matemáticas y no conocía a nadie que me enseñara de otra forma que no fuera memorizar las fórmulas.
Un día, mientras estaba en mi casa tratando de memorizar las fórmulas, vi una hoja donde estaba el cuadro de mérito del curso de matemáticas. Verme en el primer puesto me recordó que yo veía las matemáticas de otra forma, y por cosas de la vida, encontré un libro antiguo en el librero de mi casa: era un Baldor de Álgebra.
Todos los problemas se pueden resolver si sabes cómo plantearlos, y era eso. No era malo en matemáticas, solo que ese método de enseñanza no era para mí. Abrí el libro y fue mágico cómo esas fórmulas podían ser deducidas con operaciones básicas. Mi pasión por el álgebra y las enseñanzas de mi primer profesor me ayudaron a entender el Baldor.
No había problema que no pudiera resolver, ya no importaba mi mala memoria, y ya no importaba tener que aprender de memoria las fórmulas.
Los exámenes de matemáticas me resultaron nuevamente sencillos, aunque con muchos problemas por no utilizar los métodos del profesor (pero eso es para otras historias). Dejé de ser el "BURRO DE LAS MATEMÁTICAS".
Después de esta experiencia, fui más empático con mis compañeros de clase que tenían problemas con los números. Haber tenido un gran maestro me dio la habilidad de enseñar las matemáticas desde mi perspectiva.
Recordar esta historia me inspiró a crear mi propio emprendimiento, donde quiero guiar a las contratistas a mejorar su productividad y su competitividad en el agresivo mercado de la construcción. Pero de eso ya hablaremos en otras historias...
En primaria, siempre fui el mejor alumno en matemáticas, y tenía una gran afición por los números.
En secundaria, conocí a una persona que me enseñó a tener pasión por los números: un profesor con vocación de servicio y con un gran amor por las matemáticas.
La gran lección que aprendí fue que cualquier problema se puede solucionar, siempre y cuando sepas plantearlo.
Logré destacar en mi colegio por mis calificaciones en matemáticas; no había problema que no pudiera resolver gracias a la confianza que me daba mi profesor. Sentía que lo mío eran los números.
Hasta que un día, me cambiaron de profesor. Este nuevo profesor tenía métodos más prácticos, centrados en aprender de memoria las fórmulas matemáticas. No podía aprender de memoria las fórmulas para resolver las ecuaciones de segundo grado.
Comencé a tener malas calificaciones, pero lo que más me dolía, era que decían que mi antiguo profesor me favorecía en las calificaciones.
De la noche a la mañana, fui el "BURRO DE LAS MATEMÁTICAS". Qué horrible se siente saber que no eres capaz de hacer algo que a todos les funciona. La mayoría de mi salón aumentó su rendimiento con ese método de enseñanza.
No sabía cómo afrontar esa situación con 13 años. No había condiciones para tener un profesor particular de matemáticas y no conocía a nadie que me enseñara de otra forma que no fuera memorizar las fórmulas.
Un día, mientras estaba en mi casa tratando de memorizar las fórmulas, vi una hoja donde estaba el cuadro de mérito del curso de matemáticas. Verme en el primer puesto me recordó que yo veía las matemáticas de otra forma, y por cosas de la vida, encontré un libro antiguo en el librero de mi casa: era un Baldor de Álgebra.
Todos los problemas se pueden resolver si sabes cómo plantearlos, y era eso. No era malo en matemáticas, solo que ese método de enseñanza no era para mí. Abrí el libro y fue mágico cómo esas fórmulas podían ser deducidas con operaciones básicas. Mi pasión por el álgebra y las enseñanzas de mi primer profesor me ayudaron a entender el Baldor.
No había problema que no pudiera resolver, ya no importaba mi mala memoria, y ya no importaba tener que aprender de memoria las fórmulas.
Los exámenes de matemáticas me resultaron nuevamente sencillos, aunque con muchos problemas por no utilizar los métodos del profesor (pero eso es para otras historias). Dejé de ser el "BURRO DE LAS MATEMÁTICAS".
Después de esta experiencia, fui más empático con mis compañeros de clase que tenían problemas con los números. Haber tenido un gran maestro me dio la habilidad de enseñar las matemáticas desde mi perspectiva.
Recordar esta historia me inspiró a crear mi propio emprendimiento, donde quiero guiar a las contratistas a mejorar su productividad y su competitividad en el agresivo mercado de la construcción. Pero de eso ya hablaremos en otras historias...